Ya hace algunos meses, de mi salida, no por cierto voluntaria, de aquel rancho que en mi final todo eran amarguras y decepción. Y no era para menos. Lo que en un principio fuimos 4, se fue degradando, corrompiendo hacia una mafia que llega hasta las mas altos  personajes mandadores de dicho rancho. Ya no tiene  fácil final. Si desde fuera, y desde muy alto no se han dado cuenta, me da por sospechar, casi afirmando en certeza absoluta, que los elementos de este grupo están protegidos, y seguirán ejerciendo  su mafiosa actividad  a rienda suelta gracias a la capa protectora de dos seres superiores, que miran hacia el Cantábrico, en vez de hacia su propios dominios.

Otra prueba que ya no es circustancial sino ya fehaciente y comprobada, es simplemente que no los han separado, no han deportado a ninguno, ni cambiado de turno. Por lo que siguen siendo los ojos y oidos de sus protectores. Tan solo algún cambio de zona, pero a miembros fuera del clan, por supuesto, sino es que antes «El Ama del Calabozo» se lo/la quitado/a de en medio, previa aquiescencia del gran «Dios Local».

Aunque parezca un relato propio de la vida en Calabria, no, son todos residentes en la capital de las Fallas, también llamadas «Fogueres» por los copiones alicantinos. Bien, esto en cuanto a la situación en aquellos ranchos es decir, continuamente, más de lo mismo. Tan solo media docena de los que aún habitan aquellos lares, son con los que tengo aún contacto, no muy frecuente, pero lo hay. Pocos saludos tendría que dar si fuera de paso por allí, asunto que dudo en este momento.

Con el tiempo, la mayoría de ellos me ha decepcionado, asunto que era de esperar con bastante certeza. Mucho tratarme de «amiguete», pero en cuanto girabas 180º, ya era el tonto, subnormal, rarito, «que le den», que en su gran mayoria se decía entre varios a la vez. Nunca me han llamado para salir a tomar algo después del rancho, no es algo que me tuviera en vilo, poco a poco se iba incrementando, me daba cuenta del aislamiento a mis espaldas que se producía. Ni siquiera para las cenas «oficiales» que organizaban las diferentes marcas que allí se vendían. Y esto era cada vez más frecuente. Todo se lo decían entre ellos con secretismos y muchas veces se les pillaba a la salida del edificio, o en el aparcadero pirata, o simplemente apartados  del flujo de gente que salía a esa hora.

Lo que yo hacía casi nunca estaba bien, era en muy pocas ocasiones las que acertaba con el premio. Ya estaba «La Nena» o «Hiervas» para recibir las loas de «Copito», el protector para las 2. Me juego un bocadillo de «chopped» a que ahora la protección es de «El Mesías».

Por estos razonamientos, he hecho una frontera que ya he cruzado para no volver atrás. Aquellos seres no merecen mi atención ni una centésima de segundo, salvo esa media docena con los que hablo. Baja proporción con la cantidad de bultos sospechosos que han pasado por el rancho  durante mi estancia allí. Este efecto-consecuencia, es superado por mucha gente, otros caemos en el más oscuro olvido, con más o menos consecuencias. El remate final me lo dió el «Ama del Calabozo».

Si no cambia aquel sitio acabará bajando las persianas.

Un caso parecido me ocurrió durante más de 40 años, fuera del rancho, viendo como en el colegio, instituto, en la Falla, en el hobby, etc…  me daban la espalda, se notaba que me esquivaban. Si nos veíamos casualmente, referiéndome a cualquiera de los 3 lugares, me acojian, pero se notaba por momentos cierto rumor, algo así como:»a ver si se va». Tan solo salvaba a 6 también, aunque con 4 de ellos hace tiempo que no se nada. Pero el trato y la compañía fue buena.

En el mundillo del hobby, pienso que aún hay mas falsedad, pues conoces a mucha, mucha gente, que luego ves como te ponen verde, es peor. De los cientos que habré conocido, solo mantengo contacto con 4. Los demás son de hola y adiós, o que ya no se acuerdan, o no quieren, de mi. Tampoco me hacen falta.

El ninguneo era constante, por eso creo que me recluí en libros, electrónica que después se convirtió en informática, en la emisora de radio-aficionado, y al final, menos mal, que me salvó mi ama y señora.

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LA LINEA QUE MARCA UN NUEVO COMIENZO